viernes, 19 de octubre de 2012

un kiss


La primera vez que nos besamos estábamos borrachos, o estonazos, o quizás ambas cosas. ¿Estábamos escapando de nosotros o nos estábamos buscando?  ¿Empezaste tú o empecé yo? ¿Hacía frío en Lima o hacía calor? Acá hace un frío de mierda o hace un calor de mierda. Igual da, la gente se queja siempre, menos nosotros. Nuestra única preocupación era lanzar un hit juntos y vernos la cara - yo tengo pipa y la alegría - dijiste - llevo siempre la alegría conmigo. Entonces yo puse las Pilsen en lata. Yo me puse y tú te pusiste. Beso.

 Fue un beso-pecado dadas las circunstancias, una baja considerable en los niveles de cortisol. En simultáneo hubo un incremento violento de oxitocina, serotonina, dopamina y adrenalina ejecutado con concha y elegancia. Íbamos a reventar.
Este delicioso-maldito-choque-pop, deleite para la filematología se convirtió en mucho más que dos cabezas 2/3 inclinadas hacia la derecha;  un anzuelo en el paladar de mi corazón. Beso.


Seguro quemamos más de 6.4 calorías por minuto, reinventando el edulcorado visual de los cristales empañados. La primera vez que nos besamos, como buenos inquilinos de la vieja Suzuki, lo volvimos a repetir aunque juramos no hacerlo. Los parques de Miraflores y Surco no mienten.

Hasta hoy, cada vez que lo revivimos, una ninfa apática y un efebo sombrío, en algún lugar de esta galaxia, lentamente empiezan a humedecerse.






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